Mi hermano mayor me saca nueve años. Eso explica que, por ejemplo, creciera (yo) escuchando la música de los Beatles sin corresponderme por la edad o entendiera el rollo hippie siendo un crío (ya se encargaba mi hermano de que así fuera).
Cuando estrenaron Hair en el año mil novecientos setenta y nueve, tenía (yo) quince años. A mis amigos no les interesaba gran cosa la película. Todos eran más de Grease (y yo). Pero mi hermano mayor me invitó y (encantado) fui a ver la película. Me lo pasé en grande porque, en realidad, siempre había sido más del rollo hippie (yo) que del otro.
Aún no había probado ningún tipo de droga. Ni siquiera fumaba. Sólo hacía deporte. Pero allí volaban mujeres embarazadas, todo era absolutamente delirante. El ejército significaba el horror, el dinero significaba el horror, todo lo era excepto sentirse libre con drogas o sin ellas. Podría decirse que fue mi primer contacto verdadero con las alucinaciones. En todos los sentidos.
La película tiene un final que es el horror. Milos Forman avisaba. Todo esto está muy bien, la amistad mola, las drogas molan, el dinero es una mierda, los que tienen dinero son más mierdas que el propio dinero, pero la vida es como es. No se puede apostar contra ella porque pierdes seguro.
Hair es un musical. De los buenos. Y, claro, la música es fantástica. Al menos eso cree uno que creció escuchando cosas parecidas y entendía (o creía entender) lo que le contaban. Las coreografías son magníficas. La trama no deja de tener su aquel. Los actores (excepto Treat Willians que esta soberbio) están correctos y poco más. Pero el conjunto es genial.
Venga, pónganse una cinta en el pelo, un par de margaritas, los pantalones de campana y preparen algo para beber. Ya verán como el rollo hippie les divierte de lo lindo. Y si no entienden el inglés, vean la película con los subtítulos activos. Es importante lo que dice cada canción. Ah, y si no vieron nunca embarazadas volando, todavía están a tiempo. No pasa nada.
© Del Texto: Nirek Sabal